Parkour, el arte del desplazamiento

No recuerdo muy bien cuándo empecé. En realidad, lo llevo haciendo toda la vida. Quizá fue hace unos ocho años, en mi pueblo, en Castilla-La Mancha. Vi a unos chicos saltando unas vallas y les pregunté si podía probar. Me enseñaron el salto que estaban haciendo y, sorprendentemente, me salió bien a la primera. Me gustó tanto que en cuanto llegué a casa empecé a buscar vídeos en youtube. Con eso y con lo que iba viendo en las calles de Vigo, poco a poco fui aprendiendo. Y es que esto es algo que tiene el parkour, conocido también como el arte del desplazamiento: una vez que te engancha, ya no puedes parar.

Para mí, más que un deporte, el parkour es arte. Muchos hacen deporte, pero pocos hacen arte con su cuerpo.

Es un deporte en el que nunca me había fijado. De hecho, hasta que no lo practicas no lo ves en tu ciudad. Pero, cuando empiezas, te das cuenta de que sí hay gente que lo hace. Un poco como cuando te quieres comprar un modelo de coche y lo ves por todas partes, con la diferencia de que por el parkour no pagas nada. Se practica en la calle, y eso hace que sea muy accesible. Lo único que se necesita es un espacio urbano con algunos muros, escaleras, bancos o vallas. Lo demás es libre y depende de ti y de tus ganas de superarte. Cada uno decide qué quiere aprender y hasta dónde quiere llegar. No hay competición, lo único que tienes que hacer es trasladarte de un punto a otro en línea recta lo mas rápido posible saltando, trepando, corriendo y utilizando libremente los movimientos del cuerpo.

¿Si da miedo? Bueno, algo sí. De alguna manera te la estás jugando, pero si lo haces con cabeza y prudencia, asumes menos riesgos. Es verdad que te conviertes en un coleccionista de rasguños y te puedes lesionar, pero para eso tratas de tener una buena preparación física y, sobre todo, mental. También yo tenía bastante miedo cuando empecé, pero no tanto a hacerme daño, sino a las alturas. Así que lo que hice fue entrenar muy bien lo más básico: saltar un obstáculo y rodar para saber caer sin hacerme daño. A partir de ahí, me fui subiendo a muros y poco a poco descubrí que cada vez podía ir más arriba. Se trata de luchar contra tu mente y seguir lo que te marca tu propio movimiento. Si confías en ti mismo, con el tiempo aprendes a controlar tu cuerpo, y eso es muy bonito.

Y todo esto no lo aprendes solo. Aunque se podría decir que yo empecé con los vídeos, quienes más me han enseñado han sido mis colegas. En este mundo, todos somos iguales y nos apoyamos. Hay mucho compañerismo. En la calle entrenamos juntos, nos reunimos, nos grabamos y cada uno ayuda en lo que puede. Te dicen qué haces mal, qué puedes mejorar… El gremio es pequeño, así que nos acabamos conociendo todos. Es muy fácil relacionarse y, aunque seas nuevo, enseguida encuentras a alguien. Una vez aprendes a observar la ciudad desde la perspectiva del parkour, encuentras muy fácilmente los lugares de entrenamiento –o spots–, y allí solemos reunirnos. En serio, donde tú ves unas simples escaleras, yo veo un gimnasio… El parkour es muy social, está abierto a todo el mundo, chicas incluidas. Aunque hay pocas y es una pena porque suelen ser muy buenas gracias a su flexibilidad.

Nuestro problema es que no todo el mundo nos ve con buenos ojos. Siempre estamos en lugares públicos y solemos llevar ropas anchas para ir más cómodos, así que creen que somos bandas callejeras. Hasta hace bien poco, la policía nos multaba porque se consideraba vandalismo. Por suerte, cada vez hay más traceurs (así se llama a quien hace parkour) y la gente se ha dado cuenta de que no destrozamos nada. Precisamente, respetamos mucho la ciudad; de tanto entrenar en los diferentes spots acaban importándote como si fueran algo tuyo. La vivimos más que cualquier otra persona. Yo mismo tengo mis lugares preferidos y, cuando les cambian algo, siento como si me hubieran quitado un amigo… Nuestra filosofía implica respetar a los demás y el entorno. No, no somos una banda, aunque sí puede que el parkour sea un movimiento social, quizá incluso un estilo de vida…

Eso sí, un estilo del que aprendes mucho. No solo logras superar el miedo y los obstáculos, sino que acabas enfocando los problemas de otra forma. En el parkour no te suele salir nada a la primera, hay movimientos que los llegas a repetir más de cien veces. Así que o te armas de paciencia y esfuerzo o no consigues avanzar. Además, a la hora de enfrentarte a algo aprendes a ver todas las posibilidades. Un muro, igual que la vida, se puede saltar de mil formas diferentes. Ojalá hubiera más gente que se animara a practicarlo… Supongo que por eso estoy estudiando el ciclo de deporte. Me gustaría acercar la actividad física a los chavales más jóvenes. No hace falta que hagan parkour, pero sí deberían entender que el deporte es importante para sentirse bien.

No te pierdas estas historias

Únete a la conversación