Desde bien pequeño me interesó el deporte. Mi hermano jugaba al baloncesto y yo quería seguir sus pasos. Así que a los ocho años entré en el equipo del colegio. Al principio no destaqué mucho, pero fui aprendiendo y todo cambió. El deporte se convirtió en algo muy importante para mí, no solo por la competición y el extra de adrenalina que te genera, sino por todo lo que ha acabado suponiendo para mí a nivel personal. Cuando uno es niño, lo más normal es tener grandes sueños, ¿qué niño no ha soñado con jugar en la NBA? Sin embargo, con el tiempo te das cuenta de que el deporte te ayuda a crecer.
Los primeros años juegas como si estuvieras en el patio del colegio y no eres consciente de todo lo que te están enseñando. Solo eres un crío y lo importante es ganar. También disfrutas, pero sobre todo quieres anotar y que tu equipo gane. Supongo que, por eso, cuando uno habla de deportes en equipo solo le vienen a la mente palabras como competición y ambición. «Estos críos son demasiado competitivos», ¿te suena, no? Sin embargo, el deporte en general y el baloncesto en particular te ayudan a mantener una disciplina, a respetar a los demás y, sobre todo, a aprender a trabajar duro. Y todo eso lo acabas utilizando primero en tus estudios y después en la vida profesional.
Hay que enseñarles a los niños que el deporte es mucho más que una competición.
Evidentemente, para llegar ahí hay un proceso largo en el que no siempre tomas las decisiones más acertadas. Yo mismo prioricé durante mucho tiempo el baloncesto hasta que mis resultados escolares se vieron afectados. Era adolescente y creía que podría comerme el mundo a mi manera. Pensaba que podía compaginarlo todo sin mayor esfuerzo, y me equivoqué. Mi sueño era ser jugador profesional y estudiar ingeniería. Amaba el deporte y deseaba crear cosas que pudieran mejorar la vida de los demás. Y no era un sueño imposible, pero debía aplicar la constancia y el esfuerzo del deporte en los estudios o, de lo contrario, no podría avanzar.
Podría decirte que llegué a esa conclusión yo solo, pero no sería del todo cierto. Me ayudó mucho tener unos padres que estuvieron pendientes de mí y que, en cierto modo, me abrieron los ojos. Ellos tenían miedo de que dejara los estudios y me hicieron ver que el básquet ocupa una etapa muy corta de la vida. Si tienes toda la suerte del mundo puedes llegar a vivir de ello, pero cualquier pequeño contratiempo puede terminar con tu carrera deportiva. Mi intención no era abandonar mi formación, ¿cómo iba, si no, a ayudar a los demás? Pero sí es verdad que cuando eres un adolescente tienes momentos en los que, en el fondo, desearías vivir del deporte.
Ese fue para mí un punto de inflexión. Me di cuenta de que tenía todas las herramientas para lograr lo que quería. En la pista sabía superarme, era un jugador constante y me esforzaba. Así que solo debía aplicar eso en el instituto. Y lo hice. Acabé aprobando todo y empecé a estudiar Ingeniería. Y, por supuesto, seguí entrenando al mismo tiempo que estudiaba. No fue fácil porque al principio entrenaba con dos equipos y eso hizo que en la universidad no me fuera tan bien. Estuve a punto de dejarlo, pero, una vez más, todo lo aprendido en el baloncesto me acabó sirviendo de mucho.
Si algo no haces es abandonar. Si fallas, vuelves a tirar una y otra vez, y otra, hasta que aciertas. Si no es hoy, será mañana. Cada lanzamiento es una lección. Así que seguí adelante, bajé un poco el ritmo con el deporte y trabajé duro en la universidad. Esa decisión no solo me permitió acabar siendo ingeniero, sino que hizo que pudiera cumplir mi otro sueño: ser jugador profesional. Justo el año en que terminé la carrera, en 2016, ascendimos a LEB Plata (la tercera liga más importante de España). Estoy muy orgulloso de ello, logré compaginarlo. Sé que parece un gran sacrificio, pero para mí no lo fue. ¿Acaso no merece la pena sacrificarse por aquello con lo que uno sueña?
El deporte es mucho más que disciplina. También representa valores, es competición, es lucha, es compañerismo… Con el baloncesto aprendí que no todo vale y que en un grupo de personas no solo podemos fijarnos en el líder. También hay que fijarse en el resto del equipo, en aquellos cuyo trabajo no llama tanto la atención. Qué poco se habla de ellos… ¿verdad? Solo se nombra a los que anotan puntos y se nos olvida que pueden marcarlos gracias a que sus compañeros les han allanado el camino. Y no hablemos de los conflictos, cuánto aprendí de ellos… Creo que todo este aprendizaje me ha ayudado a ser mejor ingeniero y, ante todo, mejor persona. Realmente, la vida y el deporte no se diferencian tanto.