Siempre me he implicado

compromiso, vejez, vida, parejasDe pequeño era un bala perdida. Todavía recuerdo los días de escuela en que salía de casa con la mochila y, una vez veía salir a mi madre, regresaba, tiraba la bolsa a mi habitación por la ventana (que ya había dejado convenientemente abierta) y me iba a jugar al muelle, donde me juntaba con otros niños. Y, mientras, mi pobre madre creía que estaba en clase… Nunca me gustó estudiar pero, ¿sabes?, siempre he tenido algo bueno: he sido muy curioso y, cuando algo me gusta, me ilusiono y ya no lo dejo. Aunque no he tenido estudios, siempre me he implicado mucho en todo lo que he hecho.

A veces, cuando miro al pasado, sí que pienso que podría haber ido a la universidad y que quizá mis decisiones no siempre fueron acertadas. Sin embargo, era otra época. Veníamos de una posguerra y no se daba tanta importancia a estos temas. Sabías que acabarías encontrando algo con lo que ganarte la vida. Y eso hice. Pero para nosotros, para mi mujer y para mí, el trabajo no lo era todo. La gente cree que antes solo se trabajaba, y eso no es así. Nosotros, al menos, no parábamos. Fui un gran aficionado al ajedrez y, junto a mi mujer, más tarde me aficioné a la petanca. Y lo mejor es que estas actividades no solo servían para distraerse, sino también para promover las relaciones entre compañeros o vecinos.

jubilación, vejez, compromisoYo mismo introduje el ajedrez y la petanca en mi empresa e incluso en el barrio. Cuando llegamos allí, aquello era una zona de Barcelona con muchas carencias y me puse manos a la obra. Junto a otro vecino fundamos la asociación de vecinos y, tras negociarlo con el Patronato Municipal de la Vivienda, logré que nos cedieran un local. Allí, aparte de organizar otras actividades importantes para el barrio, también fundé el Club de Ajedrez Besòs. Siempre hemos hecho muchas cosas. Nos gusta estar activos y ayudar en lo que podemos. ¡Ni siquiera paramos cuando me prejubilaron a los cincuenta y cuatro años!

Ese fue un momento muy complicado para mí… No me esperaba una prejubilación, y menos cuando en treinta y cuatro años jamás había cogido un día de baja. En un primer momento me sentí tan perdido… Sin embargo, decidimos mudarnos a Sant Pol y empezar esas vacaciones que tanto nos habíamos ganado. Llegamos en verano, así que nos lo tomamos con mucha calma. La idea era jugar a la petanca, ir a la playa, pescar, descansar… No obstante, mi afán por colaborar y ayudar hizo que, una vez más, nos viéramos implicados en diversos proyectos.

Fíjate que hablo en plural, porque cuando yo me comprometo, en el fondo, siempre acabo involucrando a mi mujer. El caso es que nada más llegar nos apuntamos al club para la gente mayor y, a partir de ahí, llegó primero la organización de las excursiones y, después, lo que acabaría llenando mis días y mi corazón para siempre: la radio. Eso sí, debe quedar claro que en este caso no fue culpa mía. Fuimos a la fiesta de inauguración de la radio y, pese a que yo me quería ir, mi mujer insistió en que nos quedáramos un rato más. Ahí me sedujeron y yo, como es habitual, no supe decir que no, pero fue su culpa ¿eh?

Siempre me ha gustado comunicar y, una vez que empecé con la radio, ya no lo pude dejar.

Como seguíamos federados en la petanca, empecé con el programa deportivo de los lunes, donde hacía reportajes sobre el tema. Y a este le siguieron otros programas como el del club de mayores, que dirigía con otro compañero y se llamaba «Ayer y hoy, la voz de la gente mayor», el del santoral con la frase diaria, que se sigue emitiendo, y, por último, mi preferido, «Espejo radiofónico». Le puse ese nombre porque ponía canciones de los años ochenta y para mí eran el recuerdo de una vida pasada y eso es lo que muchas veces pasa cuando te ves en un espejo: recuerdas un tiempo pasado.

Me ha dado tantas cosas buenas este programa… Tengo varias fans en el pueblo que cuando ven a mi mujer siempre le preguntan por mí… Está claro que es algo normal cuando trabajas en una radio de pueblo, pero no por ello deja de ser algo bonito. Es muy gratificante ver que tu mensaje llega y le sirve a alguien. He invertido muchas horas en preparar guiones, buscar canciones, asociarlas a frases famosas. Qué quieres que te diga, se agradece que valoren tu trabajo.

Para no depender de los técnicos pedí que me enseñaran a utilizar las mesas de sonido. Así podía preparar el programa cuando yo quería, sin necesitar a nadie. Nunca es tarde para aprender algo nuevo.

Qué pena que la edad no perdone… Ahora, ya lo he ido dejando. Me siguen buscando para otras cosas, pero ya son ochenta y cuatro años y estoy cansado. No tengo ganas de tener horarios fijos. Quiero tener libertad para hacer otras cosas. Aunque, bueno, no sé cómo lo hago, ya que tampoco es que tenga mucho tiempo libre… En fin, como ves, nunca nos hemos aburrido. Hemos hecho tantas cosas que se nos olvidan. ¿No está mal, no, la historia de este bala perdida?

vejez, jubilación, compromiso, vida

No te pierdas estas historias

Únete a la conversación