Siempre había querido ser misionero. En esa época no era fácil que te aceptaran la petición de ir a según qué países, pero en 1961, tras tres años de espera, por fin aceptaron mi solicitud. Me destinaron a Ruanda junto a otros compañeros del seminario. Nos fuimos ilusionados; íbamos con muchas ganas de ayudar y cambiar las cosas. Nuestra mentalidad europea nos hizo pensar que con algunos medicamentos y mucha voluntad podríamos mejorar las cosas rápidamente. Estábamos tan equivocados…
Por aquel entonces Ruanda no era un país demasiado conocido y la documentación gráfica era poca, así que apenas sabía nada sobre mi destino. La llegada fue dura: casas incendiadas, campos de refugiados, carreteras llenas de personas desplazadas, tiroteos… Sabía que se acababa de declarar la independencia, pero para nada me podía haber imaginado cómo sería. Me causó mucha impresión. Mi vida iba a cambiar de un modo que nunca me hubiera podido imaginar.
En tan solo unos días me darían la primera lección. Al entrar en el país y ver la situación en que se encontraba, esperaba encontrarme unos ciudadanos más bien vencidos. Al fin y al cabo, según mi entendimiento, no tenían nada. No solo me encontré a gente llena de esperanza, sino con personas que, sin apenas posesiones, eran capaces de dártelo todo. Los ruandeses son una gente con muchos valores. Para ellos no hay nada más importante que la familia y la hospitalidad. Son capaces de ir a dormir bajo un árbol para dejarte su casa.
Cuando me recibieron de esa forma, me sentí verdaderamente pequeño. De repente, todas mis creencias servían de bien poco. Me quedaba mucho que aprender de esas personas; así que lo primero que debía hacer era estudiar su idioma. El Kiñaruanda es una lengua bantú muy complicada, pero solo así podría integrarme y aportar algo, aunque fuera poca cosa. A los seis meses fui capaz de hablar en público y al año y medio ya podía hacer bromas. Me encanta hacer sonreír a la gente.
Veinte años después sigo manteniendo el idioma y cada día leo la Biblia en Kiñaruanda.
Sin comunicación no hay ayuda posible, así que la primera iniciativa que llevé a cabo fue, junto con otros dos compañeros, crear una escuela para enseñar Kiñaruanda a los nuevos misioneros. Fue un gran paso para poder iniciar otros proyectos. Sin embargo, mi labor más importante, por lo menos al principio, sería observar y escuchar.
Durante un tiempo me dediqué a estudiar sus hábitos, la forma en que construían sus casas y cómo se desarrollaba la vida en los mercados. Sabes, el mercado es un lugar muy interesante en el que puedes aprender mucho sobre el funcionamiento de una sociedad. No obstante, no solo observé, también les escuché y les pedí que me contaran cuáles eran sus necesidades. Fue un proceso largo, pero necesario. Era importante ayudarles en lo que realmente necesitaran.
Te hablaré poco de la vida pastoral, pero es que allí hice poco de capellán y mucho de otras cosas.
Esto me permitió ver que muchos de los problemas, que en apariencia parecían simplemente sanitarios, iban mucho más allá. Las pastillas no eran suficientes, debíamos atajar las causas. Solo con la prevención conseguiríamos que las cosas cambiaran de verdad. Así que aproveché mis conocimientos más técnicos y con la ayuda de compañeros, organizaciones y, ante todo, de los aldeanos, me puse manos a la obra.
Hornos para fabricar tejas, fuentes para superar bien las épocas de sequía, graneros para evitar los precios abusivos de los intermediarios, educación a familias para que los hogares pudieran ser autosuficientes, una escuela y muchos otros proyectos que fueron tomando forma y ayudaron a mi comunidad a crecer y prosperar. Imagínate, llegamos a fabricar miles de tejas y logré construir hasta cuarenta fuentes.
Anduve muchos kilómetros, brújula en mano, para buscar la mejor ubicación para las fuentes.
Los africanos tienen muchas ganas de aprender y prosperar y, aunque necesitan tiempo para procesar los cambios, siempre se acaban implicando. Es el ejemplo de Pascual, un chico al que le tengo un gran aprecio. Primero le formamos para hacer las fotos de carné, después me ayudó con la caja y con el tiempo pasó a ser el contable de la cooperativa de los graneros. Siempre trabajó duro y hoy en día tiene una empresa que da empleo a doscientos trabajadores. Y como él, muchos más.
Traté de enseñarles todo lo que pude, pero ellos me enseñaron todavía más. Su gran riqueza humana, su capacidad de vivir con ilusión hasta lo más ínfimo y ese sentido de comunidad… Nada que ver con el individualismo reinante en nuestra sociedad. La verdad es que lo echo mucho de menos. Esos años fueron una lección de vida. Ojalá la salud no me hubiera fallado, 25 años fueron pocos.
12 Comentarios
Em sap greu Mossén Carles que hagués hagut de marxar de un lloc tant enrriquidor per venir a un lloc un xic empobrit de valors. Peró em plau vrure’l cada mati, fomenta els valors que he rebut i transmeto a la meva llar. GRÀCIES
Tenia coneixement de la seva estada a Ruanda peró no amb els detalls que comenta.
D’aixó s’en diu una persona valenta i entregada.
És un orgull tenir-lo de rector de la parroquia de Sant Hilari, encara que visquent a Barcelona no puc gaudir de la seva companyia tal com ho va fer el meu recordat pare.
Esperem que ens acompanyi molts anys.
Carles, jo tampoc coneixia tots aquests detalls. Va ser tot un descobriment i una conversa molt agradable. El mosèn és una gran persona.
Mosent Carles, Sempre he vist amb voste un gran esser huma i una gran persona. Ens conforta que ens acompanyi aqui al nostre poble. salut.
Mosen Carles , Sempre ha estat una gran persona i un bon esser huma. Esperem esperem ens acompanyi durant molt tems. Salut
Excelente crónica. Tenía un par de semanas sin pasar por acá, y me alegra encontrarme con este material. Mis aplausos.
Muchas gracias, Miguel. Me alegro de que te guste. Si te interesa, los domingos escribo una newsletter en la que mando las historias con un poco de contenido extra.
A Catalunya massa sovint ” les pastilles ” també són insuficients per respldre problemes, les utilitzem per emmascarar i no reconèixer les causes que sabem, moltes vegades, rediquen en l’individualisme aferrissat
El dia després de la mort de mossèn Carles, la seva família hem descobert aquest escrit. Ens ha emocionat poder-la llegir i recordar el seu pas per la seva estimada Ruanda..
Benvolgut, Josep. No em sorprèn, segur que ell amb la humiltat que el caracteritzaba ni tan sol va pensar en comentar-ho. Us acompanyo amb el sentiment.
No soc creient però amb gent com vostè seria facil, fins sempre, gràcies per tot, Maria.
El troverem a faltar molt era un gran home Els boixos pel temps em perdut un company dons sempre ens mesuraba la pluvisiotat en gran coneixem de la seva estada a Ruanda.
Moltes gracies Mosen Carles.