Emigré del Perú porque quise. Había tenido una adolescencia muy complicada y siempre había querido salir de allí. Así que aproveché que en aquel momento ofrecían unas becas para ir a la Unión Soviética y me fui. Estuve un año en Uzbekistán aprendiendo ruso y tres en Volgogrado, donde inicié los estudios de medicina. Todo iba bien hasta que empecé a suspender bioquímica y me acabaron echando de la carrera. Me obligaban a irme de allí, pero no deseaba regresar al Perú. Entonces fue cuando vi que la gente se iba a Suecia y a otros países y pensé que, si ellos podían, yo también. Pasé por Checoslovaquia, Austria y, finalmente, compré un pasaje para Ginebra. Ahí fue cuando empezó mi otra emigración.
Una cosa es irte a un lugar cuando tienes todo pagado y una beca, y otra muy distinta cuando llegas de forma ilegal con poco dinero y sin conocer a nadie. Para mí fue una forma de emigrar totalmente diferente a lo que había vivido hasta entonces. Se habían acabado las comodidades, me habían expulsado del paraíso. Si no quería regresar a mí país, no me quedaba otra que seguir adelante. Sin embargo, eso acabó siendo algo bueno. La supervivencia te hace madurar. Sí, me tocó buscar sitios para comer gratis, trabajo y un lugar donde dormir, pero tuve mucha suerte. Siempre encontré gente bondadosa. Conocí a una chica, también clandestina, que me dio alojamiento y me ayudó. Pese a que podía perder su trabajo, ella se arriesgaba. Acogía a muchos de los peruanos que llegábamos a la ciudad.
Unos años más tarde sería yo el que ayudaría a otros. Es así; aquí, el que puede hace algo. Tú también podrías estar en esa misma situación.
Además, en esa época, lo teníamos complicado. No es como ahora, que es bastante tranquilo. Éramos muy pocos y alguien con el pelo negro se veía muy rápido. Así que teníamos la consigna de evitar la estación central y las plazas principales. Ibas de tu casa al trabajo calladito, evitando a toda costa que te viera la policía. Pese a ello, no me fue mal. Poco a poco empecé a trabajar; hice de todo: pintor, jardinero, aparcacoches, limpiador… Y uno de los lugares que limpiaba era esta librería. El dueño era chileno, y cuando nos veíamos hablábamos de literatura y otros temas, y un día me dijo: «Si alguna vez tienes papeles, avísame. Podrías trabajar aquí». Eso era un sueño; no tenía ni idea de cómo podría conseguir legalizar mi situación.
Sin embargo, pasado un tiempo, llegó mi oportunidad. Un día, alguien me dijo que podía convalidar la formación realizada en Rusia e ingresar en la universidad. Como estudiante, podría dejar de ser clandestino y tener seguro médico. Felizmente no había tirado la documentación, así que hice todos los trámites y lo logré. Los estudios me permitieron mejorar mi situación. Con la legalidad y la cobertura médica en mis manos, ya pude optar a otro tipo de trabajos. Contacté con la librería y enseguida empecé a ayudarles. Soy un enamorado de las letras y la literatura, así que para mí era el trabajo perfecto. No obstante, el futuro todavía me deparaba otra sorpresa.
Realmente, la educación siempre acaba siendo la clave para salir de la pobreza.
Tras unos años, el propietario me ofreció comprar la librería. Evidentemente, yo estaba interesado, pero no sabía cómo podía conseguir el dinero. Acudí al banco y me preguntaron si tenía propiedades. Les ofrecí lo único que poseía en ese momento, mi bicicleta vieja. Pero no fue suficiente, ¿te lo puedes creer? No tenía nada, era un simple estudiante… Entonces me hablaron de una banca alternativa que financiaba proyectos culturales. Me puse en contacto con ellos y, en cuestión de unos días, nos reunimos, presenté mi proyecto y me dieron el dinero. Y así fue como me hice con la librería y la comencé a dinamizar. De eso ya hace más de veinte años y Albatros se ha convertido en un lugar de referencia para la literatura en español. Cuántas vueltas da la vida, ¿verdad?
Todo esto te lo cuento para que veas que he tenido una suerte tremenda. ¿Que hubo épocas malas? Sí, evidentemente. Estaba aquí de forma clandestina. Eso no fue fácil. Incluso hubo un momento en que no veía futuro alguno y decidí irme. Me pasé mucho tiempo trabajando de sol a sol y casi sin comer para poder ahorrar. Pero, fíjate, en ese momento, el destino volvió a estar a mi favor. Cuando ya lo tenía todo listo para irme, conocí a la que hoy es mi mujer, y juntos hemos creado una familia hermosa. Con los amigos que tengo, que valen oro, mi familia y mi librería estoy bien. Sigo haciendo otros trabajos porque los libros no dan tanto, pero no me importa. Me permiten vivir y mantener lo que me gusta. Solo hay que trabajar, nada más.
11 Comentarios
Me alegro mucho que al final todo funcionara así de bien!!! Felicidades!!
Eres un campeon, lo longaste con muchos sacrificios y lo puedo decir, me acuerdo el trabajo en la fabrica de hacer sorpresas para los kioscos, era un buen grupo de estudiantes, con agallas y las ganas de luchar, felicitaciones y para adelante y el gran apoyo de tu bella compañera, los admiro muchísimo!!!
Muchas gracias , Rosalbina ,ya sabes que en Ginebra somos una gran familia !!
Bien Rodrigo, un gran ejemplo de superación, aquellos años eran muy difíciles, a seguir adelante, un gran abrazo
Muchas gracias , Danilo . Un gran abrazo!!
No sabia tus vivencias hasta la fecha pero toda una vivencia de vida que enseña. Tarde o temprano. Suerte Conejo
Conocí a Rodrigo hace 17 años en Ginebra. Es un referente a nivel cultural y su calidad humana se refleja en todos las actividades solidarias que emprende personalmente o a traves de Albatros. Hoy leyendo la descripción de tu vida de migrante te aprecio igual pero con más elementos de causa.
qué bien Rodrigo!! eres un ejemplo positivo ! te felicito!!
Que hermosa historia, maravillosa, si se puede salir adelante, cuando la vida golpea, fe, constancia y perseverancia son las clave
Qué buena compadre… Cuando vienen a visitarnos a Lima Limón ? Abrazos.
Eres grande primo te admiro mucho y claro que si tienes una bellisima familia. Los quiero mucho